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Sobre el olvido y la memoria

  • María Paula Herrera
  • Nov 9, 2017
  • 5 min read

En un universo inestable pueden suceder cambios inesperados y abruptos en la materia, la energía, el espacio y el tiempo; el dios Shiva de la mitología hindú es claro ejemplo de la importancia de estas alteraciones, para los hinduistas la muerte es la puerta hacia algo nuevo, bello y desconocido, en esta religión se cree que el universo es el resultado de la muerte de un anterior universo y que somos descendientes de la destrucción. Shiva, dios creador, es la representación de ese momento místico de la creación universal a partir del caos; vista desde la cosmología y aplicada a la vida espiritual, podríamos definir el duelo como el momento de silencio después del llamado big-bang, silencio que puede vivirse de dos maneras: una de ellas es con añoranza por el ayer y otra es con regocijo por lo vivido.

El silencio que vivió la poeta Colombiana Piedad Bonnett tras sufrir el doloroso acontecimiento de perder a su hijo Daniel en el año 2011, se ve representado en el libro “Lo que no tiene nombre”, este es el ejemplo de que en ocasiones lo inesperado, lo caótico, lo que no es razonable y no se puede explicar a veces nos derrota llevándonos a explorar la profundidad de la depresión, dejándonos sin palabras y con muchos arrepentimientos por lo acontecido, Daniel el hijo de Bonnett comenzó a padecer esquizofrenia años 20 años de edad, ella cuenta cómo buscaron ayuda de los psiquiatras para evitar la tragedia, cómo la atención ofrecida no fue auxiliar y termino en el suicidio de Daniel durante el estudio de su maestría lejos del apoyo de su familia en la Universidad de Columbia , así como las angustias y tristezas vividas por ella durante el duelo que comenzó incluso antes de su muerte.

Por otro lado Héctor Abad Faciolince y su obra “el olvido que seremos” dedicada a su padre Héctor Abad es un claro ejemplo de que la muerte también se puede vivir con regocijo por lo vivido con el ser querido e impenitencia por los sucesos que marcaron la relación, aunque Abad narra con nostalgia la pérdida de su padre el doctor Abad, expresa la inmensa alegría que le produce haber tenido la oportunidad de compartir con un ser tan especial, Abad Faciolince describe los sucesos de la infancia que lo llevaron a ser tan cercano a su padre, cómo el amor que este le brindaba así como su compromiso social y su sensibilidad sembraron en el inspiración y admiración por el mismo. Faciolince es el claro ejemplo de una persona que vivió en armonía con el ser amado; en su obra numerosas veces menciona, cómo de niño creía que la muerte de su padre lo afectaría tanto que se suicidaría tirándose al sucio rio Medellín que conoció la primera vez que se escapó de la casa.

No podemos clasificar un duelo como bueno o malo, pero si podemos decir que el duelo es necesario, y en cualquier caso es poético, puesto que incluso el sufrimiento y la depresión son sinónimo de simpatía con la tristeza, síntomas necesarios para recibir el nacimiento de una nueva vida. La muerte de un ser querido es sin duda perturbadora, puesto que una persona amada es parte de la vida diaria, es alguien con quien se compartió con cotidianidad, el vacío es inevitable y se sabe que ningún ser será igual al perdido jamás, pero es necesario aceptar que nadie recuerda con detalle todo lo vivido y por eso es prudente centrarse en recoger y aplicar las enseñanzas que el ser amado nos deja para progresar.

Qué se hace con las penas, las culpas y rencores que se tienen con el muerto, esas memorias que no permiten progresar. Aceptar el cambio está ligado al recuerdo, puesto que cada cambio debe llevar al progreso, no debemos vivir la memoria como una condena al pasado sino un escalón hacia la perfección. Por ello no debemos rogar a un cuerpo que nos perdone, ni debemos esperar que este se retracte de los dolores causados, sino que debemos olvidar lo prescindible y perdonar, entendiendo que en un futuro ya no vamos a causar ni le causaremos daño al cadáver; cargarlo en nuestros brazos hasta su descomposición no es una opción sana, debemos dejarlo y quedarnos con esa esencia que es la memoria que dejó el caos.

El tiempo de guerra es sin duda el momento de mayor caos y destrucción; civiles inocentes, incluyendo madres, niños, padres y demás muchos niños quedan huérfanos, unos civiles mueren y mientras tanto otros cuantos militantes y civiles quedan inválidos. Cómo olvidar la guerra, cómo cambiar el pasado, cómo perdonar son algunas de las preguntas que nos hacíamos para tomar la decisión de votar a favor o en contra del proceso de paz; perdonar no es una cuestión difícil y no se relaciona con el acto de olvidar, sino de crear una memoria histórica que genere evolución nacional.

Muchos nos preguntamos cómo es posible que los habitantes de las zonas rojas donde se ubicaba la guerrilla de las FARC hayan aprobado y apoyado la firma del acuerdo de paz. La antropóloga Estefanía Peña explica que cuando se tiene que enfrentar tanto dolor en una comunidad debido a una guerra, el sufrimiento actúa como artesano de un tejido social.(Peña.E, 2017) Encarar el dolor de manera colectiva es la mejor manera de entender el sufrimiento vivido como el puente entre el pasado hacia el futuro, tener compañía para superar los dolores, encontrar vecinos y amigos viviendo en las mismas situaciones es la mejor manera de desarrollar el sentido de la empatía y proyectarse socialmente como una comunidad que evoluciona en conjunto.

En conclusión la memoria es una lucha constante para dignificar el sufrimiento y el olvido no es antónimo de la memoria, sino una actividad natural que realiza el cuerpo para retener únicamente la información importante, por eso es importante crear lazos antes de que el tiempo se lleve las imprescindibles enseñanzas que son el rastro de un tiempo de caos. La actividad de sufrir abruptas alteraciones en la vida cotidiana nos pone inmediatamente como dice José Carlos Bermejo “ante el misterio de la vida. Nos impone silencio, y el silencio vacío, y el vacío reflexión inevitable (...) y de alguna manera, nos hace a todos filósofos, pensadores sobre el sentido último de la vida, de las relaciones y del amor(...) no es un pensar cualquiera el que desencadena la muerte, sino un pensar sintiendo intensamente, un vivir ante el enigma que nos embaraza a todos de posibilidad de engendrar y parir sentido (:..) La muerte, así, puede enseñarnos a vivir y humanizarnos.” (Bermejo.J, 2005). La autora Piedad Bonnett hizo catarsis al escribirle a su hijo bello dolor que sentía por su partida y a pesar de la depresión en la que cayó, el duelo que realizo por medio de la construcción de un tejido en la soledad permitió que se redimiera ante la vida y así como Héctor Abad, logró que la memoria de su ser querido fuese inmortal por medio de la creación artística que realizó en su nombre.

Bibliografía:

  1. Bermejo, J. (2005). ACOMPAÑAR Y VIVIR SANAMENTE EL DUELO. 1st ed. [ebook] Madrid: Centro de Escucha San Camilo. Available at: http://www.medioscan.com/duelo/duelo0 [Accessed 18 May 2017].

  2. Abad Faciolince, H. (2011). El olvido que seremos. 1st ed. Barcelona: Seix Barral.

  3. Bonnett, P. (2013). Lo que no tiene nombre. 1st ed.

  4. Peña, E. (2017). Discurso Estefania Peña a graduandos Antropologia.

  5. El Dios Shiva. History Channel. Retrieved 10 May 2017, from https://pe.tuhistory.com/videos/alienigenas-ancestrales-el-dios-shiva

 
 
 

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