La fotografía: ¿una forma de memoria?
- Julián David Moreno
- Nov 10, 2017
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Es muy común que hoy en día se hagan fotos para poder documentarse elementos o hechos y, de esta manera, poder ser transmitidos a otros como evidencias de que algo en realidad sucedió. Fontcuberta en su texto, sin embargo, propone pensar en si es realmente cierto aquello que se ve en la fotografía; su conclusión no podría ser menos escandalosa: “toda fotografía es una ficción que se nos presenta como verdadera” (Fontcuberta, 1997. Pág. 15). Con esto se desnaturaliza el hecho de que la fotografía sea una evidencia autosustentable, más bien dice todo lo contrario. Por esta razón es de gran importancia analizar su origen histórico y el desarrollo que ha tenido lugar en el tiempo, para que de esta manera se puedan abordar algunas temáticas que ocupan a la fotografía.
En primera estancia se hace una distinción del campo de ocupación de la fotografía, que aunque pudiese parecer estético, “el dominio de la fotografía se sitúa más propiamente en el campo de la ontología” (Fontcuberta, 1997. Pág. 12); y debido a esto se deben de reconfigurar las formas de pensar la fotografía, no se debe pensar si es bella o no, sino más bien si es realmente veraz y verdadera. Por eso él hace referencia al caso que aconteció con el nacimiento de su hija, que fue fotografiada aún cuando ellos no la conocían y, sin embargo, al ver la foto sintieron gran alegría; pero, ¿esa era realmente ella? Se puede evidenciar que a pesar de no ser enteramente verídicas las fotografías, despiertan sentimientos respecto a un objeto o una temática. Esto es muy importante ya que genera impacto en los observadores.
Es aquí cuando se expone que los pioneros de la fotografía creían que al momento de realizar una toma, “los objetos se delinean ellos mismos, y el resultado es verdad y exactitud” (Fontcuberta, 1997. Pág. 27). Su sentido ontológico presupone que los objetos eran solos, no existía allí un sujeto que realizara una acción, es decir, tomar la fotografía; pero sabemos que no es solamente un tema lo que determina el curso de acción, también se ven allí influencias del sujeto (autor y observador), así como del propio medio. Estas tres son los modos en que operan y se codifican los lenguajes de la fotografía, y a su vez, desnaturalizan y evidencian que la fotografía no es más que un mero producto de lo humano, ergo, es artificial.
No obstante, con el paso del tiempo, diferentes escuelas han construido intencionalidades distintas para el acto de fotografiar; algunas de ellas han intentado interpretarla “como un instante decisivo, sobrenatural, epifánico, de comunión entre el mundo y el espíritu” (Fontcuberta, 1997. Pág. 29). Le han asignado un valor mítico o místico puesto que ven en ella un enlace, una armonía entre lo uno con lo superior; incluso han llegado a nombrar a la fotografía como “ese espejo con memoria” (Fontcuberta, 1997. Pág. 30), lo que la califica como un elemento de naturaleza superior capaz de aprehender autónomamente. Sin embargo esto no la constituye como un método natural, sino tan solo la resignifica al darle un valor de conexión especial entre lo que he vivido con lo que yo soy.
Ciertamente la fotografía entonces ha sido significante desde su aparición, y es que ella indudablemente genera nuevos contenidos, nueva información. Esa información es representativa para el género documental, ya que por su misma naturaleza es prueba válida de que algo de la realidad está representado allí; pero, más allá de aquella trayectoria histórica, ¿no es la fotografía una técnica más para generar contenidos? Gracias a su exactitud a la hora de plasmar imágenes, la fotografía es una forma de construir memoria, e incluso podría decirse que la censura es una forma de “control de la memoria, de difusión de la información” (Fontcuberta, 1997. Pág. 33).
Ahora bien, ya explicados muchos de los argumentos que expone Fontcuberta para describir a la fotografía como un hecho artificial, se debe mencionar asimismo “que lo artificial es natural para los seres humanos” (Ong, 1982. Pág. 49). Esta doble naturaleza que el humano produce, configura entonces un estado donde la información es documentada artificialmente, pero que, a su vez, pretende comunicar una verdad quizás exterior o superior a nosotros. Para esto los humanos hemos creado tecnologías, Walter Ong menciona que la escritura es una de ellas, al igual que Fontcuberta lo hace con la fotografía; y por lo tanto estas dos se convierten en formas de aproximarse a la verdad y producir contendidos de información.
Así como Platón veía en las letras formas exteriores, las fotografías extraen lo visual de un escenario y lo convierten en una cosa: en ambos casos se pierde la naturalidad, la vitalidad y el movimiento del hecho normal. Esta cosificación permite que sea más fácil analizar un hecho puntual, y por esta razón tanto Platón como muchos temían que se perdiera la capacidad de memorizar; tiene mucho sentido si se piensa que es más fácil leer un texto una y otra vez en vez de aprenderlo enteramente. No obstante, sería falso precisar que ninguna de estas formas de información son de alguna utilidad, ya que por el contrario han facilitado y ampliado los contenidos, la duración y su alcance.
“Como la inteligencia es reflexiva, se piensa a sí misma” (Ong, 1982. Pág. 50), y debido a esto los procesos de tecnificación llegan a interiorizarse; con el paso del tiempo se normalizan y se aceptan inconscientemente, se naturalizan y se convierten en otras formas de verdad, de construir memoria. A pesar de que ambos formatos son, como pensaba Ong, “inherentemente irrefutables” (Ong, 1982. Pág. 45), gracias a la acción del tiempo se han configurado como nuevas formas de memoria. Naturalmente no son una verdad, tan solo un esbozo de ella, pero esto no significa que obstruya un acercamiento a la reflexión sobre aquello que se está interpretando.
Biografía
Fontcuberta, J. (1997). El beso de Judas. Gustavo Gili.
Ong, W. (1982). Oralidad y escritura. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica.
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