El peligro es pretencioso: una breve reflexión sobre el lenguaje político
- María Paula Herrera y Julián David Moreno
- Apr 9, 2018
- 6 min read
“Lo imaginario no es susceptible de definición. Por la sencilla razón de que es él la fuente de las definiciones.”
Emmanuel Lizcano; Metáforas que nos piensan.
El discurso político es una vasta literatura que codifica los imaginarios de una sociedad y los vuelve herramientas de poder; Kant decía que dichos abstractos son formas de estructurar la realidad racionalmente, sin embargo, estos siguen siendo únicamente configuraciones hechas antes de los juicios, sin las cuales no podríamos emitir afirmación o negación alguna. Por lo tanto, debemos dejar un hecho claro: el imaginario parece ser, hoy en día, la esencia misma de toda racionalidad dada.
Si bien los imaginarios son ciertos porque son reales; antes que nada debemos entender por qué son reales y para quiénes son reales. Las metáforas que escuchamos en el discurso político, como dice Emmanuel Lizcano: no son una definición, una imagen, ni un concepto puesto que no están definidas ni contorneadas con base en cosas reales. Sin embargo, nos remiten al lugar donde estas imágenes, conceptos e ideas emergen y se encuentran “pre-tensadas” (Lizcano.E, 2006). La metáfora entonces viene siendo “una tensión entre dos significados, ese percibir el uno como si fuera el otro sin acabar de serlo” (Lizcano.E, 2006). Es decir, que como observaba Nietzsche, recurrimos a la inadvertencia entre las diferencias de los casos singulares para realizar valoraciones.
Ahora bien, mencionemos algunos de estos neologismos que circulan por la opinión pública hoy día: Narcoterrorismo, Castro-chavismo y Farc-santos, entre otros. Pensemos, por ejemplo, en Bush-Uribismo: es una metáfora que parte de una idea pre-tenciosa, surgida de dos significados pre-tensos, y que quiere llegar a ser una configuración sin estar definida como si fuese un concepto (capitalismo o comunismo). Si bien es cierto que los resultados a nivel social como económico de las gerencias, tanto de George Bush como de Álvaro Uribe, se asemejan tanto entre ellas, como las gerencias de Hugo Chávez y Fidel Castro; ambos conceptos parten de la misma pre-tensión. En resumen, no se habla de conceptos como: comunismo o capitalismo, puesto que estos no tienen relación con los dictámenes de Karl Marx y Adam Smith. Es decir: los hechos contemporáneos no están relacionados con los ideales de imaginarios socio-económicos definidos. En este artículo no entraremos a explicar por qué no están relacionadas estas metáforas con estos dictámenes puesto que tendríamos que utilizar conceptos como “libre empresa” (Smith. A, 1776) o “plusvalía” (Marx. K, 1867). Tampoco explicaremos por qué estas dos definiciones no están del todo separadas, pero sí queremos hacer entender que las pre-tensiones no tienen un objetivo más allá de codificar los imaginarios sociales.
Si bien no todos sabemos qué es el “Estado de Bienestar”, muchos hemos escuchado en las noticias el resultado de las gestiones de ciertos políticos y vamos a entender fácilmente qué sería un estado Castro-Chavista o Bush-Uribista, ya que no tendríamos que comprender, sino percibir sin definir. Esta herramienta que es el lenguaje sólo es posible porque olvidamos que las palabras son metáforas extrapoladas poéticamente. Según Emmanuel Lizcano, las metáforas permiten inyectar a cada colectividad su significación y posibilitan la autónoma creación y recreación de una comunidad, así como el moldeamiento de las pautas imaginarias con las que el resto de la colectividad se percibe a sí misma. Para esos casos vistos en el discurso político, la finalidad del lenguaje no aclarar sino confundir, por esta razón se les llama neologismos: son formas nuevas de expresar ideas que antes no existían. El lenguaje político, que construye estos conceptos, lo que busca es aumentar el número de personas que puedan sentirse identificadas con su proyecto de nación sin considerar definiciones ni raíces de tensiones. Así, el uso de imaginarios respaldados en el lenguaje les asegura una mayor trascendencia en la concepción del mundo de los receptores.
Hasta ahora vimos sólo un pequeño ejemplo, aunque también podemos repetir el ejercicio con otros conceptos. Por ejemplo, no sólo se oye mencionar al narcoterrorismo, sino también del ser-narcoterrorista. Estos neologismos aplican todos sus esfuerzos en unir dos conceptos separados (“terrorismo” definido por la Real Academia de la Lengua Española como “dominación por el terror” y “narco/narcótico”- “tráfico” definido por la Real Academia de la Lengua Española como “Comercio de drogas tóxicas a gran escala.”) que a su vez, están llenos de otras cualidades; de ahí que sea tan complejo definirlos más allá del imaginario.
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El concepto de la identidad es aquí fundamental. La identidad colectiva, a saber, puede ser elaborada y abordada desde un concepto básico: el grupo. Un grupo es, visto desde la lógica, un conjunto de elementos que comparten una característica en particular. Por otro lado, un conjunto se diferencia de otro cuando no comparten, bajo el mismo criterio, la característica desde la cual se han construido originalmente. Así, en la política este criterio para agruparse podría llamársele “proyecto-de-nación”. Nótese bien que no tendría sentido agruparse en determinado proyecto-de-nación si no existiese uno distinto, por lo tanto el yo se divide aquí en dos: el yo-soy y el yo-otro o el yo-no-soy.
El proyecto de nación refiere al sistema de operar o, en latín, modus operandi que concibe un determinado grupo político. No es extraño que un Estado-nación legitime unas disposiciones específicas y condene los procedimientos que afecten los límites de estas últimas: cada una de estas actitudes que elija adoptar o no, son las muestras de que los grupos sociales se aglomeran bajo un mismo proyecto de nación. Es decir, cada grupo social tiene una concepción del deber ser bajo el cual se deben construir los individuos en tanto que son sujetos-políticos y, a la vez, agentes del Estado-nación.
El lenguaje, como decíamos, es un depósito de imágenes muertas, y para ello usaremos un ejemplo de Nietzsche: cuando decimos hojas no buscamos enunciar cada detalle de cada hoja, por supuesto esto sería una tarea inacabable, lo que hacemos es abstraer la imagen y el concepto de una hoja, para así, formar un grupo de entes cuya característica común es ser-hoja. Así, pues, como vemos estos neologismos hacen lo mismo que el ejemplo anterior: limar las asperezas de dos cosas similares, pero no iguales, y luego las agrupa bajo un solo concepto, de manera que sea mucho más fácil de abstraer esa imagen al ser una sola unidad y no un grupo de hojas donde cada una es diferente.
Este yo dividido constituye una forma elemental de comprender la identidad. De esta manera podemos comprender para quiénes es útil la configuración de estos neologismos que, a saber, tienen como fin construir ese yo-otro (yo-no-soy) mediante el cual puedo justificar mi actitud y mi proyecto-de-nación. Vemos así cómo operan, a grandes rasgos, estos neologismos en el lenguaje político. Es de vital importancia realizar una deconstrucción de estos conceptos para así elaborar críticas serias al respecto. Como hemos visto, el lenguaje es en sí un olvido-voluntario que pretende igualar diferencias, de tal manera que puedan convertirse en imágenes más sencillas capaces de ser comunicadas a un sector más amplio.
A este problema, para finalizar, han contribuido fuertemente los medios de comunicación; a este le llamaremos poder mediático en tanto que es fuerza comunicacional que impone su verdad. Es menester tener en cuenta que este poder comunicacional es capaz de grandes cosas al ser medio masivo. Esta posibilidad de masificar la opinión es la posibilidad de reusar y producir el olvido voluntario de las metáforas; esto es un problema puesto que “la metáfora es así al imaginario colectivo lo que el lapsus o el síntoma es al inconsciente o al imaginario de cada cual. Mediante ella sale a luz lo no dicho del decir, lo no sabido del saber: su anclaje imaginario” (Lizcano.E, 2006). Así, pues, el poder comunicacional abusa de las metáforas de manera que produce un olvido voluntario, que como pensaba Nietzsche, es el principio que da origen a la verdad entendida como afirmación válida universalmente pero que, en el fondo, es tan solo una metáfora que ha perdido su valor poético y ha caído en el vacío. Luego, “tras haber caído, ya no es difícil empezar a observar cómo esa metáfora que ha hecho las veces de síntoma se engarza con muchas otras, constituyendo una tupida red en la que queda atrapada toda una parcela de la realidad” (Lizcano.E, 2006).
Bibliografía:
Lizcano, E. (2006). Metáforas que nos piensan. 1st ed. [ebook] Traficantes de sueños, pp.54-61. pp 149. Available at: https://www.traficantes.net/sites/default/files/pdfs/Metaforas%20que%20nos%20piensan-TdS.pdf [Accessed 3 Apr. 2018].
Dle.rae.es. (n.d.). Real Academia de la Lengua Española. [online] Available at: http://dle.rae.es/srv/search?m=30&w=terrorismo [Accessed 7 Apr. 2018].
Dle.rae.es. (n.d.). Real Academia de la Lengua Española. [online] Available at: http://dle.rae.es/srv/search?m=30&w=narcotr%C3%A1fico [Accessed 7 Apr. 2018].
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